Bailar fue el primer punto de referencia para todos y la forma más cálida y amable de encontrarnos y fortalecernos como colectivo. Por medio del baile nos fuimos mezclando y conociendo, vencimos la timidez, nos equivocamos una y otra vez, y nos divertimos. También a partir del baile confrontamos la dificultad de reconocer y ocupar el espacio, la capacidad de aprender más rápido de unos que de otros y la incomodidad de hacer movimientos distintos. Ya sea desde el goce o la dificultad, el baile colectivo fue nuestra primera experiencia horizontal.
Asignamos un día para enseñar y ajustar nuestros bailes, y otro para experimentar en las rutas propuestas, toda nuestra idea coreográfica.

El montaje de cada baile nos requería aproximadamente 2 ensayos. Conforme el cuerpo va conociendo y memorizando las secuencias de movimientos, el proceso de aprendizaje se acelera.
En un principio, Úumbal contaba con 68 personas, entre contingente, brigadistas y equipo de trabajo, posteriormente se ajustó a 60 personas.

LOS ENSAYOS EN LA CALLE

Desde el Laboratorio de tejedores, una consideración fundamental al proyectar nuestra presencia en espacio público  fue la del cuidado de los unos a los otros y de formas de organización interna donde reflejáramos este ejercicio, sin necesidad de recurrir a alguna autoridad o protección “externa.” Fue así que propusimos la presencia de  brigadistas ciudadanos que, apoyados con la señalética distintiva del contingente, pactaran con el entorno e invitaran con amabilidad a reconocerlo y cuidarlo, para propiciar la empatía de vecinos y automovilistas.

En la primera sesión informativa en la que los integrantes de Úumbal se presentaron y conocieron, Mariana solicitó que amigos o familiares cercanos se incorporaran y acompañaran al colectivo en sus exploraciones de cada domingo.
La señalética de Úumbal y frases distintivas de este colectivo fueron consensuadas entre los miembros del Laboratorio de tejedores, el equipo de Úumbal y el Departamento de Diseño del Museo Universitario del Chopo, quien dio vida a nuestra señalización.

Los domingos fueron los días asignados para realizar ensayos en la calle.

Dedicamos los primeros ensayos a andar juntos para reconocer las rutas y probar ciertas acciones, como tomar la calle para convertirnos en estatuas vivientes o correr como si fuéramos una parvada. Esta experiencia de caminar juntos –nueva para todos- requirió más esfuerzo que bailar, el tomar consciencia que esta acción regularmente individual, se fuera haciendo colectiva. ¿Cómo este cuerpo colectivo quería caminar? ¿Sentíamos que íbamos juntos? ¿Qué significaba que fuéramos juntos?

No fue sino hasta después de tres semanas de ensayos, y de haber recorrido parte de las 3 rutas, que nuestro cuerpo colectivo empezó a tomar real consciencia de sí mismo, de su relación con el espacio público, de los barrios recorridos y de sus habitantes.
Entre más se fue haciendo visible en la calle nuestro contingente, más relaciones surgieron con los habitantes del barrio. Esta fue una construcción paulatina de complicidades que nos ayudaron a sentirnos acogidos. Ya fuera aplaudiéndonos, tomando fotos y/o video, ayudándonos a decidir acciones o acompañándonos en nuestras exploraciones, los vecinos fueron estimulando más nuestro deseo de acercamiento, de también bailar y andar con y para ellos.
También en varias ocasiones recibimos claxonazos, reclamos o gestos de extrañeza; este fue parte del aprendizaje de cómo recibir y negociar con otras percepciones sobre la colectividad, o sobre la idea de manifestación que forman parte del imaginario de quienes vivimos en esta ciudad.

Después de cuatro semanas de ensayos en la calle, esta transformación y reconfiguración de nuestra percepción espacial, modificó nuestro pensamiento coreográfico (la relación con los vecinos en departamentos altos fue crucial) por lo que adaptamos la estructura espacial de nuestra coreografía, los ritmos de nuestros andares se transformaron e incluso hubo modificaciones de las rutas mismas —decididas de manera colectiva—
Asimismo, a medida que nuestro cuerpo colectivo fue ocupando la calle e identificando esta nueva posible espacialidad, se empezó a distender, como si hubiéramos soltado unconstreñimiento espacial condicionado por la medida de las banquetas.  Esto provocó un ensanchamiento del contingente, una ocupación espacial mayor. 
A partir del primer mes, integramos la mochila antena a nuestras rutas, junto con 4 mochilas amplificadoras prototipo, para ir probando su radio de alcance. La versión final de las mochilas amplificadoras está en la sección Herramientas del Laboratorio de tejedores. Un total de 10 mochilas amplificadoras, se incorporaron al contingente.