BIOGRAFÍA COLECTIVA

story

Ficción Malinche

Nadia Cortés

Malina, Marina, Malitzin, Malinche, tantos nombres que no te hacen justicia, tantos intentos de apresar quien eres y de definirte.

La complejidad de tu historia, ese espacio Neplanta, el lugar liminar desde donde tenías que moverte ponía mucho en juego. Haciendo de ti, el problema, la traición y borrando la violencia, el saqueo y la importancia de la sobrevivencia.

Parecía mejor no dejar tu historia abierta, era más deseable sobresignificarte, comerte simbólicamente y volverte un tropo, una figura, como a otras tantas mujeres de la Historia.
Convertirte en una insignia más de la historia de los señores honrosos que narra la grandeza de los hombres y señala la desobediencia de las mujeres respecto a un ideal imposible e inalcanzable de la buena mujer. No fuiste la buena víctima y entonces trazaron tu vida con la de una traidora enigmática, con la mujer que no se respeta, que no ama a su pueblo, a su tierra.

Te volvieron chivo expiatorio de malestares. Quedaste en ese obsoleto diccionario de la lengua española como la esclava mexicana que ayudó al conquistador. Tu nombre se volvió un -ismo masculino: malinchismo, como si amar lo extranjero menospreciando lo propio no estuviera articulado por un violencia simbólica, material y corporal, como si eso hubiera sido tu responsabilidad, como si el colonialismo, la injusticia, el racismo y el etnicismo instalado en nuestrxs cuerpxs no hubieran sido ejercicios de poder decantado en años de historia colonial.

Que tu nombre, Malinche, Malitzin, Marina, Malina hable ahora de lo que hacen los hombres con las mujeres de nuestra historia, los grandes escritores a los que aplaudimos y que nos obligan a leer en la secundaria, que tu nombre suene y muestre los hilos de la historia misógina, machista, objetificante que heredamos.

Decían que eras mujer de habla, que tu voz, tu capacidad de traducir te permitió sostener la vida de maneras que nadie esperaba, pero llegas a nosotras como esa ficción, como ese vacío en donde la existencia y la propia voz de las mujeres no importa. Reescribir a las Malinches silenciadas y narrar las historias no contadas, las ausencias importantes y las estructuras desde las cuales las mujeres tenemos que contarnos a nosotras mismas. Pero, también, generar espacios para que nosotras tus hijas hablemos por nosotras mismas, y no repitamos la herencia patriarcal de hablar por las otras, les otres, y los otros.