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ARTES VIVAS

 

Danse mutante

Un proyecto de Mélanie Demers (Montreal, Canadá)


Danse Mutante es un proyecto coreográfico imaginado por una de las creadoras más destacadas de la escena actual dancística de Montreal; Mélanie Demers.


Este proyecto de creación itinerante se logró gracias a la colaboración de tres coreógrafas de distintos continentes: Ann Liv Young (Nueva York, USA), Kettly Noël (Bámako, Malí) y Ann Van den Broek (Rotterdam, Holanda). Cada una de las coreógrafas ha generado su propia mutación partiendo de una versión precedente. Esta serie de mutaciones dieron como resultado cuatro versiones coreográficas distintas.


Cántico, montaje originario, y las piezas derivadas de una serie de procesos creativos, son interpretadas por dos únicos bailarines: Francis Ducharme y Riley Sims, quienes han trabajado bajo la dirección de las cuatro coreógrafas, siguiendo algunos parámetros en común, como por ejemplo, el tiempo de creación en cada país y la duración de cada una de las piezas.


Esta serie de mutaciones fue presentada en el otoño de 2019 en la ciudad de Montreal en un formato de maratón de 3 horas de duración, y su primer visita internacional será a la CDMX en el Museo Universitario del Chopo de la UNAM en el mes de marzo de 2020.

 

12, 13 y 14 de marzo de 2020, 19:00 h

 

Obra no recomendada para menores de 16 años

 

 

Mesa de diálogo
Charla sobre los procesos de creación de danse mutante entre Mélanie Demers y Gabriel Yépez (Coordinador de Artes Vivas del Museo Universitario del Chopo)

13 de marzo de 2020, 17:00 h

 

 

 

Mélanie Demers:

“En la era en la que las fronteras se cierran sobre sí mismas pero las migraciones se multiplican, he querido con Danza Mutante observar el viaje de las ideas.


Este proyecto ha tomado dos años para estar listo y ha sido necesario convocar a una multitud de personas en torno a las interrogantes sobre la porosidad, la solidaridad y la bella y cruel conquista de la unicidad.  En el momento de conceptualizar el proyecto no imaginamos la profundidad de los cambios  y de las grandes “provocaciones” que las mutaciones generarían en nosotros.


Desde el dar a luz a las ideas, la erosión de los poderes, hasta la pérdida de coordenadas, fueron los conceptos mismos de la transformación y de la evolución que se fueron  entrometiendo en el centro de los temas y en la continuidad de las obras.


Cada una de las artistas convocadas a este juego, ofrece un ángulo particular de un gran espectro de mutaciones posibles. Estas mutaciones son conceptuales, estéticas, raramente coreográficas, pero siempre personales.


Imaginé un proyecto de comunidad, y observo sobre todo cómo las intimidades se responden, dialogan, y se contradicen para abatir la premisa de la cual partimos juntas.


En la idea darwiniana de la evolución, hay algo de cada uno para sí, y Danza mutante no se escapa de ello.  Pero hay una inmensa generosidad para ofrecer su obra. A permitir a una confesión publica de volverse el paisaje, el interior del otro.  Impregnada de una cierta fatalidad, se trata de una larga continuidad reflexiva sobre la creación y su corolario, la destrucción. Es seguramente también una observación del contexto social político en los que estas obras han sido creadas.

 

De la sede de la compañía en Montreal a la vibrante Nueva York, a la gran desorientación en Bamako y hasta el orden de todo en Rotterdam, los clichés bajo los cuales uno es percibido está ahí, en un  impulso a la vista de todos y desarmados al mismo tiempo.


Como creadora, iniciadora de este proyecto, tuve la elección de las armas, el campo de batalla y la hora del encuentro. Tuve ventaja. Después, las cosas se escaparon. Qué mejor.


En una época en la que uno se interroga; arena greco-romana o ring de sótano de iglesia, aquí el combate es ceremonia y la lucha es ante todo interior. Las relaciones son corteses, el sexo desencarnado, pero las identidades son imaginarias. Los pensamientos son espiados, las confesiones públicas, por lo tanto los seres permaneces enmascarados.


En esta extraña danza, lo real es pantanoso, las pulsiones sofocadas. Y sobre todo, hay un canturreo insistente que evoca un cantico, una canción de cuna, un canto litúrgico, un aire popular, para contar un poco de sí mismos.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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